La cuenta regresiva hacia las elecciones provinciales del 11 de mayo de 2025 no es una más en el calendario político de San Luis. Es, sin lugar a dudas, una cita determinante. No solo porque el oficialismo busca consolidar el rumbo iniciado por el gobernador Claudio Poggi, sino porque, a la luz de los movimientos —y las omisiones— de los sectores que integran el Frente Ahora San Luis, se empiezan a ver con claridad los verdaderos rostros detrás de los acuerdos de palabra.
Este frente no nació de la improvisación. Nació de la CONVERGENCIA: un pacto político amplio, plural, que integró a 15 partidos con la vocación de dar vuelta la página del pasado, dejar atrás el autoritarismo de décadas y reconstruir el sistema democrático provincial desde el diálogo, la planificación y la modernización. Cada uno de estos partidos fue parte de ese acuerdo. Y cada uno fue premiado con representación en el gobierno, con responsabilidades institucionales, con visibilidad, recursos y protagonismo.
Sin embargo, hoy, en plena campaña, solo dos estructuras muestran verdadero compromiso político y operativo: AVANZAR y el MUP. El resto, en su mayoría, brilla por su ausencia. Ni acciones territoriales, ni participación en la militancia, ni respaldo mediático, ni contenido discursivo. Aparecen en los cargos, pero no en las calles. Y esa ausencia es más que preocupante.
Del acuerdo a la acción: el momento de la verdad
Porque hay algo que debe quedar claro: los acuerdos no se hicieron para repartir sillones, se hicieron para consolidar un nuevo proyecto de provincia. Y un proyecto no se construye con firmas: se construye con trabajo, con lealtad activa, con militancia, con responsabilidad, con presencia en los momentos en que verdaderamente se define el rumbo colectivo.
Y este es uno de esos momentos.
El 11 de mayo no es solo una elección legislativa, es la oportunidad de terminar de sellar el final político de Alberto Rodríguez Saá, un dirigente que marcó con autoritarismo, soberbia y deslealtad a su propio movimiento. Cada voto cuenta. Cada mesa cuenta. Y cada compañero que no está cuenta también. Pero en contra.
Porque lo que está en juego no es una banca: es la coherencia de un gobierno que necesita saber quién verdaderamente lo acompaña, y quién solo estuvo para la foto y el nombramiento.
La evaluación política no será simbólica
El gobernador Poggi no ignora lo que está ocurriendo. Tiene una lectura clara y precisa de quiénes se han puesto la campaña al hombro, quiénes acompañan a sus candidatos, quiénes caminan los barrios y enfrentan con convicción el desafío electoral. También sabe quiénes se esconden detrás de la excusa de no ser candidatos, pero siguen cobrando un cargo que les fue asignado en función de un acuerdo que hoy, en los hechos, están incumpliendo.
Y hay algo que se comenta con fuerza en los pasillos del poder provincial: después del 11 de mayo, habrá evaluación. Y esa evaluación no será simbólica. Se hará con nombre y apellido. Se revisará quién trabajó, quién fortaleció, quién sostuvo… y también quién abandonó, quién boicoteó con su silencio, quién eligió pasar inadvertido esperando que otros ganen las elecciones por él.
Un llamado urgente a la responsabilidad política
Este texto no es una amenaza. Es una llamada a la conciencia política. Es un recordatorio de que la lealtad no se firma, se demuestra. Que los cargos no son un premio, son una responsabilidad. Y que en política, los momentos clave revelan quién está de paso y quién construye futuro.
Aún hay tiempo. Tiempo de corregir, de sumarse, de ponerse a disposición. Porque el 11 de mayo no se va a contar solo la cantidad de votos, sino también la calidad de los compañeros.
Y a partir de ese día, cada uno ocupará el lugar que le corresponde. Por lo que hizo, o por lo que eligió no hacer.