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por Gustavo Thompson.
En 2023, la Nación envió 10 millones de pesos a San Luis para un Banco de Ortopedia destinado a personas con discapacidad. La finalidad era clara: comprar sillas de ruedas, bastones, andadores y camas ortopédicas para quienes no podían esperar más.
El anuncio se hizo con bombos y platillos, con Alberto Rodríguez Saá en primera fila, mostrando su supuesta “sensibilidad social”. Pero la verdad es brutal: los insumos nunca aparecieron. No hubo rendiciones, no hubo listados de beneficiarios, no hubo transparencia.
El dinero terminó, como siempre, en el laberinto oscuro de la corrupción estructural del albertismo:
Compras fantasma, Fondos desviados a la caja política, Programas sociales usados como fachada electoral.
San Luis no recibió un Banco de Ortopedia. Lo que recibió fue otra muestra del cinismo de un gobierno que hizo de la opacidad un sistema de poder.
La inmoralidad al desnudo
Este no es un caso administrativo. Es una afrenta moral. Porque mientras los más vulnerables siguen esperando una silla de ruedas, un bastón o una cama ortopédica, el dinero ya estaba en la provincia y fue desviado a la maquinaria de corrupción que sostuvo durante años a Rodríguez Saá, la doble moral al palo.
La pregunta que no se puede callar
Si se robaron hasta la plata de los discapacitados, ¿Qué no se habrán robado?, ¿Qué duda hay sobre la gestión anterior de los Rodriguez Saá?.
El albertismo se va dejando una herencia indecente: promesas de inclusión que terminaron convertidas en dinero sucio para sostener privilegios y poder político.
San Luis merece saber la verdad. Y merece, de una vez por todas, que la plata destinada a los más débiles no termine alimentando a los más fuertes del sistema, tratan de limpiarse redoblando la apuestas con contra ataques que no les sirven, no son efectivos, están obsoletos, perdieron el rumbo.
