Buenos Aires votó con apatía y sorpresa: cuando el silencio se transforma en victoria

Buenos Aires votó con apatía y sorpresa: cuando el silencio se transforma en victoria

Por Gustavo Thompson.

Las elecciones legislativas del 18 de mayo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires dejaron al descubierto una señal de alarma que ya no puede ignorarse: más del 45% del electorado decidió no participar. En la ciudad más politizada del país, la capital de los debates, de las marchas, de las ideas, el silencio se convirtió en protagonista.

Pero ese vacío no fue neutro. Fue llenado por una fuerza que supo interpretar el hartazgo y la disconformidad: La Libertad Avanza, con su vocero Manuel Adorni al frente, logró el 30,1% de los votos, consolidando al oficialismo nacional en un terreno que históricamente fue del PRO, y relegando al peronismo al segundo lugar.

¿Qué significa esta elección?

Por un lado, el dato crudo: menos del 54% del padrón asistió a votar. Un fenómeno que no se explica solo por la desmovilización. Hay un mensaje político: la ciudadanía no se siente convocada, ni interpelada, ni representada por la mayoría de las fuerzas tradicionales.

Por otro lado, el ocaso del PRO como fuerza dominante en la Ciudad. Después de casi dos décadas de hegemonía, el macrismo se hundió al 15,9%, sin renovación, sin épica, sin conexión con la gente. Su caída no fue provocada por la oposición, sino por su propia incapacidad de adaptarse a una nueva etapa.

Y en ese contexto, Milei —con su discurso radical, emocional y disruptivo— sigue canalizando el enojo social, incluso cuando ya ejerce el poder. Lo paradójico es que, a pesar del ajuste, la incertidumbre económica y el desgaste natural del gobierno, el oficialismo sigue capitalizando políticamente la frustración que antes usaba como combustible opositor.

La advertencia del abstencionismo

Pero el dato más relevante no es quién ganó, sino quién no votó. Detrás de ese 45% ausente hay una señal de fractura democrática. No es solo apatía: es desconfianza, es desilusión, es ruptura con el sistema. Y eso es más peligroso que cualquier resultado adverso.

Cuando el voto deja de ser una herramienta de transformación para convertirse en un acto estéril, la democracia tambalea.

¿Y ahora qué?

Lo que deja esta elección no es una consolidación estable del poder, sino un tablero resquebrajado, volátil, de alianzas frágiles y liderazgos cuestionados. Buenos Aires, espejo del país, mostró que la política tradicional perdió magnetismo y que el futuro será de quienes puedan reconectar con la gente, con verdad, con humanidad, y con respuestas.

Mientras tanto, el 30% que votó a Milei no puede ser ignorado. Pero el 45% que no votó tampoco puede ser silenciado. Porque ese electorado —hoy mudo— puede convertirse en protagonista cuando encuentre una alternativa creíble, cercana y honesta.

El desafío no es sólo electoral: es existencial para la democracia argentina.

Entrada anterior El MUP llegó para quedarse: desde Villa Mercedes, una nueva generación escribe la historia con respeto y amor por San Luis
Entrada siguiente Adolfo rompe con Poggi y lanza su candidatura: traición, revancha y una bomba en el acuerdo Milei–San Luis