La especialista en desarrollo organizacional y fundadora de “Lacitos de Amor” compartió en Tiempos de Poder su experiencia de 16 años acompañando procesos de cambio desde la empatía, la escucha activa y la inclusión real.
En una emotiva charla con Federico Velázquez por San Luis Streaming, Carolina Carrascul repasó un camino que comenzó hace más de 16 años, cuando fue convocada para crear un proyecto pionero en el país: un programa de asistencia emocional para colaboradores de empresas, mucho antes de que la inteligencia emocional y el coaching fueran tendencia.
“Empezamos en Tersuave, en medio de un conflicto laboral. La propuesta fue simple pero disruptiva: escuchar al otro”, contó Carrascul, subrayando que la clave fue siempre poner a la persona en el centro. Desde entonces, la consultora Ícono no dejó de crecer, brindando herramientas para rediseñar culturas organizacionales basadas en vínculos más humanos y menos jerárquicos.
Carrascul también enfatizó el cambio de paradigma en la terminología: “Ya no hablamos de ‘empleados’, hablamos de colaboradores. La palabra empleado suena a número, a recurso. Nosotros trabajamos con capital humano, con personas que traen historia, emociones y potencial”.
Lacitos de Amor: inclusión, educación y sabor artesanal
Pero su proyecto más entrañable es sin duda “Lacitos de Amor”, una iniciativa que nació como una extensión solidaria de su trabajo organizacional, en plena pandemia. “Decidimos crear una fundación para devolverle algo a la sociedad. Y encontramos en la discapacidad un camino de dignidad, autonomía y trabajo”.
“Lacitos de Amor” es una fábrica artesanal de fideos secos saborizados elaborados por personas con discapacidad, pero no es solo eso. Es un proyecto socioeducativo comunitario, donde se entrena en habilidades, se trabaja la autoestima, la comunicación, el trabajo en equipo y se construyen nuevas formas de inclusión desde el hacer.
Los fideos, que ya se venden en distintos comercios de San Luis y Villa Mercedes, fueron pensados desde una perspectiva innovadora: “Si el huevo se volvió caro, buscamos una alternativa: fideos veganos con semolín, saborizados y saludables. Convertimos la adversidad en oportunidad”, explicó Carrascul.
La iniciativa cuenta además con un sistema de chequera solidaria, donde la comunidad puede colaborar mensualmente a cambio de productos. Un círculo virtuoso donde todos ganan: los chicos, los voluntarios, los consumidores y la sociedad.
Una historia que inspira a transformar
La entrevista cerró con un pedido: que los verdaderos protagonistas, los jóvenes con discapacidad que producen los fideos, visiten próximamente el programa. “La emoción disruptiva no es solo una técnica. Es una forma de mirar el mundo. Es no quedarse en la queja, sino buscar siempre la mejora”, concluyó Carrascul.
En tiempos donde el ruido suele ahogar los buenos ejemplos, la historia de Carolina y Lacitos de Amor es un faro de humanidad, trabajo en red y compromiso real con la inclusión.