Saltar al contenido
Por Gustavo Thompson.
La primera reunión del Consejo de Mayo, celebrada este martes en Casa Rosada, marca más que un simple relanzamiento institucional: es el escenario donde se empieza a definir el verdadero poder político en la Argentina post-crisis. Con el jefe de Gabinete Guillermo Francos al frente, el gobierno nacional intenta capitalizar el espíritu del «Pacto de Mayo», mientras los gobernadores llegan con demandas concretas, urgencias fiscales y una postura más pragmática que ideológica.
Aunque el temario oficial apunta a temas estructurales —como la reforma laboral—, los mandatarios provinciales no pierden de vista lo esencial: coparticipación, transferencias, créditos, y previsibilidad financiera. Para ellos, el Consejo de Mayo es una oportunidad institucional para reequilibrar la relación Nación–Provincias, en un contexto de creciente centralismo económico y desfinanciamiento.
“Queremos discutir punto por punto hacia dónde vamos”, señalaron desde el entorno del gobernador Ignacio Torres (Chubut) entre otros no menos importantes, en línea con lo que expresaron también pares de Juntos por el Cambio, peronismo federal e incluso provincias dialoguistas como la de San Luis.
La lectura política que se impone es clara: los gobernadores no están subordinados, sino sentados a negociar. La participación en el Consejo no implica alineamiento incondicional, sino una estrategia de preservación territorial y control político. En un año signado por el ajuste, el freno a la obra pública y la caída de recaudación, los mandatarios buscan herramientas para evitar el colapso provincial.
Desde ese lugar, el Consejo de Mayo representa para ellos tres cosas:
-
Una vía institucional para evitar el desgaste del conflicto directo.
-
Una mesa técnica para canalizar reclamos concretos.
-
Un espacio de visibilidad política para moderar al Ejecutivo sin confrontar.
Pero también hay un dato no menor: el gobierno nacional necesita de este espacio tanto como los gobernadores. Tras el impacto simbólico de la marcha kirchnerista en Plaza de Mayo y los límites del apoyo legislativo, Milei busca mostrar capacidad de gestión, diálogo federal y respaldo político. El Consejo, entonces, se convierte en una pieza clave de su narrativa de gobernabilidad.
No hay épica, pero sí cálculo. No hay lealtad, pero sí coincidencia en la necesidad de funcionamiento. El Consejo de Mayo nace como una tregua estratégica, con una agenda abierta pero una urgencia común: evitar que la Argentina entre en un ciclo de ingobernabilidad territorial.
Por ahora, la reunión dejó una foto de consenso. El verdadero desafío será ver qué se discute —y qué se cumple— en las próximas semanas. Porque detrás del protocolo, los gobernadores tomaron nota: el poder está en la gestión, y en la capacidad de resistir con resultados.