El Viejo Garca

El Viejo Garca

Allá va el viejo garca, con su andar cansino,
cargando los años como un destino.
Dejó promesas rotas, sueños apagados,
y un pueblo cansado de cuentos gastados.

En la cima de un trono que él mismo inventó,
con sus manos frías todo lo quebró.
Habla de grandeza mientras niega el pan,
y la sombra del pasado sigue su afán.

Jugó con el pueblo, disfrazó su ambición,
habló de justicia, sembró división.
Tomó lo ajeno con su astucia voraz,
dejando migajas donde hubo paz.

En su empresa, el cinismo floreció,
los despidos llovieron, el bolsillo engordó.
Indemnizaciones truncas, cheques al portador,
y el obrero olvidado en su propio dolor.

¿Líder de los pobres? Qué ironía cruel,
cuando a los suyos los trata como papel.
La dignidad arrastrada en su propio fango,
mientras él, desde lejos, disfruta el mando.

El viejo garca habla de honor y verdad,
pero en cada palabra, siembra falsedad.
Un maestro del cuento, del juego torcido,
donde el pueblo siempre es el gran perdido.

La historia lo juzga, aunque él no lo vea,
las manos que aplasta, las vidas que marea.
Se va quedando solo, en su propio abismo,
un eco perdido de su egoísmo.

Así sigue el viejo, cargado de glorias huecas,
su nombre escrito en páginas secas.
Que el pueblo despierte, que alce la voz,
y deje al viejo garca, olvidado por Dios.

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