La Crisis del Voto Religioso: La Emoción como Nuevo Motor Social

La Crisis del Voto Religioso: La Emoción como Nuevo Motor Social

En un mundo en constante transformación, los paradigmas políticos tradicionales parecen estar perdiendo su capacidad de contener y guiar a las sociedades. Lo que antaño fue una lealtad casi religiosa hacia determinados partidos o movimientos, hoy se desmorona frente a un escenario de profunda desilusión, agotamiento y un escepticismo generalizado. En este contexto global, el caso de Argentina resulta un espejo donde se refleja un cambio radical en las dinámicas sociales y políticas.

El Fin de las Certidumbres

Durante décadas, la política tradicional, tanto en América Latina como en otras partes del mundo, se sostuvo en narrativas históricas. En Argentina, el peronismo representaba una de esas certezas. Se trataba no solo de un partido, sino de una forma de entender la política, la justicia social y la lealtad como un dogma. Sin embargo, el desgaste de estas estructuras es evidente, no solo aquí, sino en varios países donde los partidos hegemónicos han comenzado a ceder terreno frente a nuevas propuestas, nuevas formas que rozan lo científico, muchas veces más emocionales que programáticas.

En Europa, el ascenso de líderes populistas y partidos alternativos —desde la ultraderecha en Francia hasta las propuestas más disruptivas en España o Italia— marca una tendencia que también se ve en Estados Unidos con el fenómeno Trump. En todos estos casos, las bases tradicionales del voto han cedido paso a una dinámica marcada por el impacto emocional y la reacción instantánea ante contextos de crisis (neuropolítica).

Un Mundo Cansado de la Corrupción

La corrupción, ese cáncer endémico que parece no distinguir fronteras ni colores políticos, es uno de los factores que alimenta este cambio global. Desde los escándalos de corrupción en Brasil con el «Lava Jato» hasta los casos que sacudieron el corazón de la política europea, el común denominador es un hastío colectivo hacia el abuso de poder y el enriquecimiento ilícito a costa de los ciudadanos.

En Argentina, esta dinámica alcanza niveles alarmantes. La percepción de la corrupción como un hecho cotidiano no solo mina la credibilidad de las instituciones, sino que desangra cualquier posibilidad de confianza ciudadana. Frente a este panorama, el voto emocional, muchas veces visceral, aparece como la única herramienta de catarsis para una sociedad agotada.

La Argentina de Hoy: Sin Esperanza y Sin Guía

En el caso argentino, la desilusión hacia los partidos tradicionales, y en particular hacia el peronismo, tiene raíces profundas. Lo que alguna vez fue el movimiento que encarnó los sueños de justicia social y reivindicación de las clases populares, hoy se percibe como una maquinaria desgastada y funcional a intereses individuales. No solo el peronismo, sino la oposición tradicional, también ha sido incapaz de ofrecer respuestas concretas a los problemas estructurales del país.

El resultado de esta erosión en las bases partidarias es una sociedad que ya no vota desde la fe en un proyecto, sino desde la bronca, la desilusión o la pura emoción del momento. En este clima, la racionalidad y el análisis profundo parecen haber quedado relegados frente a un contexto de inmediatez donde prima el hartazgo.

El Futuro: Entre el Desafío y la Oportunidad

El declive del voto religioso y la emergencia del voto emocional no tienen por qué ser el fin de la política como herramienta transformadora. Este es, también, un momento para que las nuevas generaciones de dirigentes comprendan la necesidad de abandonar la retórica vacía y el marketing político sin contenido, y comiencen a conectar con las verdaderas necesidades de la gente.

Sin embargo, mientras ese cambio no ocurra, la Argentina seguirá navegando en aguas turbulentas, marcada por una ciudadanía que desconfía de todo y de todos. La esperanza parece ser la víctima más trágica de esta época. Sin ella, no hay sueños colectivos, y sin sueños, no hay futuro.

El desafío no es menor: reconstruir la confianza, apostar a la verdad y alejarse del espejismo de las soluciones fáciles. Solo entonces será posible abandonar el ciclo de desencanto en el que estamos atrapados y avanzar hacia un horizonte donde el voto, más que un acto de reacción emocional, sea nuevamente una expresión de esperanza y convicción.

San Luis, Villa Mercedes, por ejemplo, no es ajeno a esta realidad mundial, a pesar de ello, la racionalidad y lo tradicional persiste como premisa, un grave error que, quizás pueda salir caro si no aparece una reacción acorde a los fenómenos que acontecen en el mundo que, claramente, están señalando el camino a tomar.

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