La Marcha del 1F: Una Protesta Secuestrada por la Vieja Política

La Marcha del 1F: Una Protesta Secuestrada por la Vieja Política

El 1 de febrero de 2025 quedará marcado como el día en que una legítima causa fue utilizada como herramienta de la vieja política para atacar al gobierno de Javier Milei. Lo que podría haber sido una movilización genuina en defensa de derechos y libertades terminó convirtiéndose en un acto partidario, plagado de figuras que, durante las últimas cuatro décadas, han sido responsables del declive económico, institucional y social de la Argentina.

La Plaza de Mayo fue el epicentro de esta movilización en la que, si bien participaron sectores del colectivo LGBTQ+, organizaciones de derechos humanos y agrupaciones sindicales, la conducción y la representación de la marcha quedaron en manos de los mismos dirigentes que hundieron al país con políticas populistas, clientelismo y corrupción. Resulta paradójico que quienes pregonan la defensa de derechos y la inclusión sean los mismos que, en el pasado, han utilizado estas banderas para su propio beneficio, sin generar un verdadero cambio en la calidad de vida de los ciudadanos.

La politización de una causa legítima

Desde el primer momento, la convocatoria estuvo teñida de un discurso anti-Milei, más que de un verdadero compromiso con los derechos que decían defender. La protesta no solo fue una reacción al discurso del presidente en Davos, sino también un intento de sectores de la oposición por recuperar terreno político en un contexto en el que la sociedad les ha dado la espalda.

Entre los principales oradores y organizadores se encontraron figuras del kirchnerismo, sindicalistas enquistados en el poder, y exfuncionarios de gobiernos fracasados, muchos de los cuales fueron responsables del desmanejo económico que hoy sufren los argentinos. ¿Cómo pueden estos dirigentes erigirse como defensores del pueblo cuando fueron ellos mismos los que impulsaron modelos de exclusión, pobreza y corrupción?

Una marcha sin representatividad real

Más allá del despliegue mediático y de la presencia de ciertos sectores militantes, lo cierto es que la marcha no tuvo un respaldo masivo de la sociedad. En redes sociales, el rechazo a la protesta fue evidente. Miles de usuarios señalaron que la convocatoria no representaba al ciudadano de a pie, sino a grupos de interés que buscan mantener sus privilegios dentro del Estado.

La indignación de muchos argentinos se hizo sentir en los comentarios que inundaron Twitter, Facebook e Instagram. “Siempre los mismos, usando causas nobles para defender su kiosco”, “Marchan contra Milei, pero nunca marcharon contra la corrupción del gobierno anterior”, y “No representan al país, representan su negocio”, fueron algunos de los mensajes más repetidos.

Incluso dentro del mismo colectivo LGBTQ+ y sectores progresistas hubo voces disidentes que denunciaron la apropiación de la movilización por parte de dirigentes que poco tienen que ver con la lucha por los derechos, y que solo buscan mantener su protagonismo político en un país que cada vez les cree menos.

El mito de la multitud y la manipulación del número de asistentes

Uno de los aspectos más llamativos de la marcha del 1F fue la disparidad en las cifras de asistentes, con estimaciones que fueron desde 20.000 hasta 2 millones de personas, dependiendo del medio y del interés político que representaba. Lo cierto es que Plaza de Mayo y sus alrededores tienen una capacidad máxima de aproximadamente 250.000 personas, lo que en el mejor de los casos representa apenas un 5% del padrón electoral argentino. Esta realidad desinfla cualquier intento de presentar la movilización como una expresión masiva y popular. Aun en su cifra más optimista, la marcha no alcanza a legitimar sus objetivos políticos, quedando reducida a un acto de resistencia de la vieja guardia política de los años 70, cuyos discursos y estrategias ya no logran conectar con el grueso de la sociedad.

¿Qué dejó la marcha?

En lugar de ser un espacio de reflexión y reclamo genuino, la marcha del 1 de febrero terminó siendo una demostración de la desconexión de la vieja política con la realidad del país. Mientras millones de argentinos intentan salir adelante en un contexto de crisis, ciertos sectores parecen más preocupados en mantener su estructura de poder que en trabajar para construir soluciones reales.

La Argentina necesita debates serios y políticas concretas, no marchas manipuladas por los mismos dirigentes que llevaron al país a la decadencia. Si algo quedó claro tras esta jornada, es que el discurso de siempre ya no convence y que la sociedad argentina está cansada de las mismas caras y las mismas promesas vacías.

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