Por Gustavo Thompson.
En tiempos de desafección política, liderazgos frágiles y ciudadanos desencantados, Villa Mercedes ha logrado un fenómeno notable: la construcción de un liderazgo emocionalmente sólido, territorialmente enraizado y narrativamente coherente. Su protagonista, el intendente Maximiliano Frontera, no solo ha sabido administrar, gestionar y sembrar nuevos líderes: ha logrado generar una verdadera emoción corporativa en la ciudadanía.
Este fenómeno no es casual ni espontáneo. Responde a una estrategia profunda que combina tres pilares: relato, coherencia y proximidad emocional. Tres conceptos que hoy, en el marco de las nuevas técnicas de comunicación política —como la neuropolítica o la neurocomunicación institucional—, marcan la diferencia entre los líderes que impactan y los que simplemente administran.
La neurocomunicación y el orgullo de lo propio
La frase ya consagrada de Frontera —“Primero Villa Mercedes, segundo Villa Mercedes y tercero Villa Mercedes”— no es un eslogan vacío. Es una ancla emocional de pertenencia. En términos neuroemocionales, funciona como un “gatillo identitario” que activa en el ciudadano un sentimiento primario: el orgullo de lo propio.
Esto genera un circuito afectivo positivo, donde el ciudadano se siente representado, valorado y parte de un proyecto. No se trata solo de empatía política, sino de una afinidad neuroafectiva: el cerebro del votante asocia el liderazgo de Frontera con protección, cercanía y sentido de comunidad.
Y como toda emoción compartida, cuando se toca —cuando se vulnera, cuando se ataca— la ciudad reacciona en defensa de sí misma. Esa es la verdadera emoción corporativa: un cuerpo social que responde como unidad frente a las amenazas externas o internas a su identidad.
Coherencia y sostenimiento del relato
A diferencia de muchos liderazgos que fluctúan según las encuestas o las tendencias digitales, Frontera ha construido un relato sostenido y coherente en el tiempo. No dice una cosa y hace otra. No cambia de tono según la ocasión. Su conducta institucional es consistente: defiende a Villa Mercedes donde sea y con quien sea.
Esa coherencia es clave. En política, la contradicción es la madre del descreimiento. Pero cuando hay consistencia narrativa, el cerebro del votante asocia al líder con confianza, estabilidad y previsibilidad emocional.
Por eso, cuando Frontera habla, el mercedino no escucha: siente. Y eso, en tiempos de sobreinformación y posverdad, es un capital incalculable.
El sembrador de líderes
Otro rasgo que distingue a Frontera es que no se encierra en su figura. Por el contrario, ha sembrado nuevos liderazgos en ámbitos deportivos, culturales, sociales y políticos. No teme compartir protagonismo. No teme formar. Porque sabe que su poder no depende de opacar, sino de multiplicar la identidad mercedina a través de nuevos referentes.
Este comportamiento se alinea con las nuevas teorías del liderazgo distribuido, donde el verdadero líder no es quien concentra, sino quien activa. Y en Villa Mercedes, eso se ve: desde clubes de barrio hasta emprendimientos culturales, pasando por espacios juveniles, Frontera ha dejado una huella de acompañamiento y empoderamiento.
MUP: un modelo que interpreta al resto de la provincia
Lo que Maximiliano Frontera ha logrado en Villa Mercedes no se queda en los límites geográficos de la ciudad. El Movimiento Unidad Provincial (MUP) interpreta, recoge y proyecta esa lógica identitaria hacia todas las regiones de San Luis.
El MUP no es solo un partido político provincial: es un espacio de resonancia emocional, territorial y federal, que busca replicar la misma relación profunda que Frontera generó con su comunidad en cada rincón del territorio puntano. Villa Mercedes es un modelo a tener en cuenta.
La emoción corporativa que hoy vive Villa Mercedes puede —y debe— multiplicarse en Tilisarao, Justo Daract, La Toma, Buena Esperanza o San Martín. Porque el verdadero federalismo comienza cuando cada pueblo se siente protagonista de su historia y no simple espectador de decisiones tomadas en la capital.
El MUP propone eso: reconstruir San Luis desde las identidades locales, con respeto, con equidad y con una nueva narrativa donde cada ciudadano, viva donde viva, sepa que cuenta y que vale lo mismo.
Esa es la apuesta. Ese es el modelo. Y eso es lo que convierte al liderazgo de Frontera en algo más que un fenómeno municipal: lo transforma en una escuela política que ya empezó a formar parte del nuevo mapa de poder provincial.