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Por Gustavo Thompson.
San Luis, abril de 2025 – En el camino hacia las elecciones provinciales del próximo 11 de mayo, el escenario político de San Luis se encuentra atravesado por una dinámica profundamente emocional, donde las decisiones del electorado no responden tanto a razonamientos lógicos, sino a impulsos vinculados con la percepción, el recuerdo y la emocionalidad. En este marco, la neuropolítica —disciplina que estudia el comportamiento electoral desde la neurociencia— permite interpretar con mayor precisión el porqué de ciertas adhesiones y rechazos.
La neurociencia del voto: cómo decide el cerebro sanluiseño
En términos neuropolíticos, la mayor parte de las decisiones que tomamos —incluido el voto— se activa en el sistema límbico, el sector cerebral donde residen las emociones. No votamos tanto por lo que pensamos, sino por lo que sentimos. Por eso, en contextos de crisis, hastío o incertidumbre, el electorado busca refugiarse en líderes que transmitan confianza, cercanía o renovación emocional.
El caso de Alberto Rodríguez Saá: fatiga emocional y rechazo subconsciente
Alberto Rodríguez Saá representa, para buena parte del electorado, un arquetipo del pasado político. Desde la mirada neuropolítica, su figura evoca recuerdos emocionales negativos, vinculados al desgaste, el exceso de poder, y una narrativa que dejó de resonar con los anhelos actuales.
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Técnicamente, el cerebro humano tiende a evitar lo que asocia con el dolor emocional o el engaño repetido.
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En este caso, se activa lo que los neurólogos llaman «aversión anticipada«, un sesgo por el cual el votante descarta de plano figuras asociadas a frustraciones pasadas, sin necesidad de revisar propuestas.
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Así, Rodríguez Saá ya no despierta reacción reflexiva, sino rechazo automático.
Claudio Poggi: la figura de la confianza racional
El actual gobernador Claudio Poggi ocupa un espacio emocional muy distinto: representa la gestión previsible, el discurso ordenado y la idea de “volver a lo que funcionó”. Poggi no es disruptivo, pero logra anclarse en una zona cerebral clave: el córtex prefrontal, donde el cerebro procesa conceptos como estabilidad, experiencia y planificación.
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Su narrativa no enciende pasiones, pero sí genera una sensación de seguridad y equilibrio emocional, muy valorada en contextos de caos.
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Según la neuropolítica, este tipo de liderazgo estimula las decisiones racionalizadas, pero sostenidas por un sustrato emocional: el deseo de no repetir errores.
Maximiliano Frontera: la emoción tangible, el nuevo código afectivo
En este tablero emocional, la gran sorpresa sensorial y simbólica es Maximiliano Frontera. Su liderazgo responde a lo que la neuropolítica define como «contacto emocional auténtico», una cualidad que no se construye con marketing, sino con presencia real, escucha activa y coherencia en la acción.
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Frontera genera un vínculo emocional primario con sectores populares: su forma de comunicar, sus gestos y su cercanía no estimulan la reflexión técnica, sino el reconocimiento afectivo.
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Representa lo que la neurociencia denomina un marco de espejo emocional: el votante se siente reflejado y comprendido. Lo sienten como igual.
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No aparece como parte del pasado ni como una figura rígida del presente, sino como una nueva generación de liderazgo emocional, muy sintonizada con el pulso callejero.
Los libertarios en San Luis: el cortocircuito emocional
Aunque a nivel nacional Javier Milei es un fenómeno de resonancia emocional altísima —asociado a rabia transformadora, rebelión y esperanza de cambio—, en San Luis sus representantes locales no han logrado replicar esa carga simbólica. Desde la neuropolítica, el problema es claro: la marca emocional está desconectada del mensajero local.
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Las disputas internas, los mensajes contradictorios y la falta de cohesión provocan disonancia emocional en el votante, que se traduce en indiferencia o confusión.
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En vez de canalizar la indignación libertaria en clave local, los referentes se neutralizaron entre sí, apagando el estímulo emocional que Milei sí logra encender en la geografía nacional.
Conclusión: elecciones de emociones, no de razones
De cara al 11 de mayo, los sanluiseños no elegirán solo programas o promesas. Elegirán cómo quieren sentirse. Y desde la lógica de la neuropolítica, la respuesta es clara:
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Alberto Rodríguez Saá representa el pasado que ya no quieren revivir.
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Claudio Poggi simboliza la seguridad de lo previsible.
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Maximiliano Frontera despierta el deseo de sentirse parte de algo nuevo, cercano y real.
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Y los libertarios, aunque con potencial simbólico nacional, no han logrado activar emocionalmente a un electorado que necesita sentir y no solo escuchar.