Neuropolítica y liderazgo emocional: Frontera y Poggi frente al nuevo paradigma del votante argentino

Neuropolítica y liderazgo emocional: Frontera y Poggi frente al nuevo paradigma del votante argentino

Por Gustavo Thompson.

El nuevo mapa emocional del poder

La Argentina posterior a las elecciones del 26 de octubre dejó un mensaje claro: el voto doctrinario, ideológico o religioso perdió influencia. La gente ya no busca promesas ni credos, busca conexión emocional.
El ciudadano contemporáneo vota desde el instinto, la empatía y la identificación simbólica, no desde la estructura partidaria ni la historia. En ese marco, los líderes que logran construir un relato emocional coherente y auténtico —aquellos que “hacen sentir”— son los que mejor interpretan el pulso social.

Maximiliano Frontera: la empatía como eje de gestión

Desde la óptica de la neuropolítica aplicada, la gestión de Maxi Frontera en Villa Mercedes encarna muchos de los principios que definen al liderazgo emocional del siglo XXI:

Cercanía y pertenencia sensorial: Frontera se comunica desde lo cotidiano, la calle y el gesto humano. Su presencia física en los barrios, los eventos y los espacios comunitarios genera una neuroasociación de seguridad, empatía y accesibilidad. La gente lo siente “uno de los suyos”.

Narrativa emocional positiva: En lugar de apelar al miedo o la división, construye una narrativa de armonía, paz y respeto, que sintoniza con un electorado saturado de confrontación. La limpieza visual y simbólica de la última campaña en Villa Mercedes —sin carteles invasivos ni agresión verbal— fue una muestra práctica de neuropolítica ambiental: el entorno también comunica, por ahí un poco sobrecargado pero la CERTEZA de Frontera lo marca con su imagen de SEMBRADOR DE LIDERES, él ya consolida su legado generacional..

Autenticidad y coherencia emocional: Frontera proyecta emociones reales. Su discurso no busca deslumbrar con tecnicismos, sino inspirar confianza y serenidad, activando neurotransmisores asociados al bienestar y la pertenencia.

Gestión con sentido humano: Su administración pone el acento en la inclusión, la discapacidad, el desarrollo comunitario y la juventud. Cada política pública tiene una traducción emocional clara, donde la gente percibe beneficios tangibles y reconocimiento.

En síntesis, Maxi Frontera no gobierna solo con políticas, sino con emociones. Y en la era del voto sensorial, eso lo convierte en un líder de alto rendimiento emocional.

Claudio Poggi: el retorno del modelo racional

En contraposición, la gestión de Claudio Poggi mantiene una estructura más tradicional, centrada en la lógica institucional, la planificación administrativa y el relato racional del orden y la gestión (clara escuela de Adolfo Rodriguez Saá).

Desde la perspectiva neuropolítica, Poggi representa una forma de liderazgo cognitivo-racional, donde el énfasis está puesto en el control, la transparencia y la eficiencia, pero sin lograr una conexión emocional profunda con la ciudadanía.

Comunicación discursiva, no emocional: Sus intervenciones públicas son correctas pero sobrecargadas, carecen de la calidez y la espontaneidad necesarias para generar empatía neuronal, no hay un relato correctamente escrito. El votante moderno necesita vibrar, no razonar, y Poggi aún no traduce su discurso técnico a un lenguaje emocional, besa, abraza, se saca foto pero oficia de Papá Noel, situación que aparece solamente una vez al año y Poggi lo trata de hacer todos los días. Alguien lo asesora mal porque no es el camino correcto en el 2025.

Escasez de narrativa simbólica: Su gestión transmite estructura, pero no identidad emocional. No logra instalar imágenes que activen emociones colectivas (como orgullo, esperanza o gratitud).

Distancia perceptiva: Mientras Frontera genera cercanía sensorial —la gente lo ve, lo toca, lo siente—, Poggi mantiene una distancia simbólica. Esto debilita la neuroconexión entre líder y comunidad. Hasta la formas de vestirse produce alejamiento, ni hablar el tono de voz que es lineal.

El resultado es que, pese a su experiencia y su solvencia institucional, Poggi no activa el sistema límbico del votante, que es el que hoy define los resultados electorales. Tiene decisiones inteligentes pero deja heridos y se esta imponiendo, en política se persuade, no se impone.

Quién sintoniza con el cerebro social

En el paradigma actual del voto emocional, el liderazgo de Maximiliano Frontera se alinea claramente con los preceptos de la neuropolítica moderna: cercanía, empatía, coherencia, narrativa positiva y gestión sensorial.
El de Claudio Poggi, en cambio, responde a una lógica de racionalidad política que pierde eficacia frente a un ciudadano que ya no busca ser instruido,  comprado, sino comprendido.

Frontera activa oxitocina (confianza) y dopamina (motivación). Poggi apela a la corteza racional, pero no al sistema emocional. En tiempos donde el voto se define en el corazón antes que en la cabeza, el liderazgo emocional de Frontera representa el modelo político del futuro, mientras que el de Poggi expresa la continuidad del pasado.

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