Por Gustavo Thompson.
El desafío de construir poder genuino sin apellidos heredados
La historia política de San Luis vuelve a mostrar una tensión silenciosa pero persistente: la resistencia de ciertos sectores del poder capitalino a permitir el ascenso de nuevos liderazgos.
La provincia, que en los últimos años logró romper viejos moldes con la emergencia de dirigentes modernos y comprometidos con la gestión, enfrenta nuevamente los signos de una discriminación política y cultural profundamente arraigada.
El poder como herencia y no como mérito
En el centro del debate se encuentra una verdad incómoda: en San Luis aún sobrevive una mirada “de linaje” que divide a los dirigentes por apellido y origen, más que por capacidad o mérito.
Esa cultura política, heredera del viejo conservadurismo de los Rodríguez Saá y su entorno, se resiste a reconocer que la provincia cambió.
Los nombres que hoy mueven la agenda de lo nuevo —Frontera, Giraudo, Sosa, Ferro, Gurruchaga y muchos otros— no forman parte del árbol genealógico de los “sangre azul”, y precisamente por eso, son vistos con recelo o desprecio por quienes creen que el poder es una propiedad familiar.
Una discriminación política y cultural
El fenómeno no es menor ni simbólico: impacta directamente en la distribución real del poder, los recursos y la visibilidad institucional.
Se percibe una tendencia a minimizar o frenar la proyección de figuras que emergen desde el trabajo territorial, la gestión transparente o la conexión directa con la gente.
Villa Mercedes es el ejemplo más visible: mientras se celebraron fastuosos y cuestionados actos por los 150 años de su fundación, la ciudad sufre el silencioso bloqueo del centralismo capitalino, que no admite el fortalecimiento de liderazgos propios ni la consolidación de apellidos nuevos en la historia política provincial.
El costo del centralismo disfrazado de institucionalidad
San Luis necesita equilibrio, pero la concentración simbólica y económica en la capital reproduce una lógica feudal que ya no representa a la sociedad moderna ni plural.
La discriminación política de apellidos o territorios no solo perpetúa una injusticia histórica, sino que limita la evolución del sistema político provincial.
El poder no puede seguir siendo una herencia de sangre: debe ser una consecuencia del mérito, del trabajo y del respeto social que cada dirigente construya con hechos.
Un llamado a la reflexión
El gobernador Claudio Poggi enfrenta hoy un dilema: ser el punto de inflexión o la continuidad silenciosa de esa vieja estructura.
Villa Mercedes, segunda ciudad de la provincia, exige protagonismo, reconocimiento y equidad en la toma de decisiones.
Si el liderazgo provincial se deja presionar por los resabios de la “casta de los dobles apellidos”, San Luis volverá a tropezar con su propio pasado.
La historia provincial necesita abrir espacio a los nombres nuevos, a los dirigentes que encarnan el futuro sin renegar de sus raíces populares.
Conclusión: el derecho a escribir nuevos apellidos
San Luis se encuentra ante una oportunidad histórica: dejar atrás la política de la sangre y abrazar la política del mérito.
Negar el ascenso de nuevas familias políticas —por prejuicio o por miedo— es negarle al pueblo su derecho a evolucionar.
La provincia no puede seguir mirando el árbol genealógico del poder: debe empezar a regar los árboles del futuro.
