“El líder que no se ve, pero se siente”

“El líder que no se ve, pero se siente”

Por Gustavo Thompson.

Hacia un nuevo tiempo de conciencia colectiva

Algo está cambiando. Se respira distinto. Se mueve algo profundo en el alma de los pueblos. Ya no alcanza con una sonrisa bien iluminada en una foto. Tampoco seduce el discurso vacío o la repetición constante de apariciones en redes sociales. Hoy el liderazgo ha comenzado a transitar una transformación silenciosa, emocional y real.

La sobreexposición —alguna vez signo de poder— se vuelve ahora sospechosa. El exceso de presencia digital, la necesidad de mostrarse a cada instante, empieza a leerse como un síntoma de debilidad más que de fortaleza. El nuevo líder no se muestra, se manifiesta en el otro. No se ve, se siente.

Vivimos un tiempo donde la autenticidad se impone al marketing, donde el pueblo empieza a rechazar la impostura y abraza el vínculo verdadero. Las comunidades, hartas de discursos vacíos, reclaman presencia real. No una selfie desde el territorio, sino una mano, una escucha, un gesto.

Los jóvenes, con su energía viva y su necesidad de sentido, están llamados a asumir este tiempo nuevo con responsabilidad. El proyecto es colectivo o no es. Y en ese camino, el liderazgo ya no es individual ni vertical: es horizontal, compartido, arraigado. Se desdibuja la figura del “líder estrella” para dar lugar al líder sembrador, que camina con otros, sin necesitar reflectores.

En esta era emocional, el cerebro ya no responde al impacto visual, sino al eco interior de lo genuino. Desde la neuroemoción, lo que conmueve no es la imagen, sino la conexión: lo que se siente cuando alguien actúa con verdad, sin que nadie lo vea.

Las redes sociales, saturadas y manoseadas, empiezan a perder sentido como herramienta de representación política. No desaparecen del todo, pero dejan de ser trinchera y se vuelven apenas ruido de fondo. Lo real sucede en otro plano: el de la construcción compartida, silenciosa y sostenida.

Por eso, lo que viene no son figuras. Lo que viene es una mística. No un nombre, sino un nosotros. No una foto, sino una causa.

Y en esa causa, tal vez, los verdaderos líderes sean los que se animen a desaparecer… para hacerse pueblo.

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