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Lo que debería pasar
En un bosque frondoso y lleno de vida, vivían dos amigos muy peculiares: Alberto, la ardilla egoísta, y Maxi, el simpático pájaro carpintero. Alberto era conocido por su astucia y su obsesión por acumular las nueces más grandes y sabrosas, sin importarle quién saliera perjudicado.
Un día soleado, Maxi descubrió un árbol majestuoso con las nueces más jugosas que jamás había visto. Era el Árbol de la Amistad, donde cada animal del bosque podía recoger solo lo necesario, dejando suficiente para los demás. Maxi, siempre generoso, empezó a picar nueces para guardarlas y compartirlas con los demás.
Pero Alberto, desde su escondite, observaba con ojos codiciosos. No podía soportar que Maxi recibiera elogios por su generosidad. Decidió actuar y sembrar discordia en el bosque.
Una mañana, cuando Maxi volvía al Árbol de la Amistad con sus amigos, encontraron a Alberto burlándose en una montaña de nueces. «¡Miren lo que he encontrado para mí solo! ¡Las mejores nueces del bosque son mías ahora!», gritó Alberto con malicia, mostrando su pila de nueces.
Los animales del bosque se miraron entre ellos, consternados. Maxi, con calma pero determinación, se acercó a Alberto y le dijo: «Alberto, el Árbol de la Amistad es para compartir. Todos necesitamos de su generosidad para sobrevivir en este bosque».
Pero Alberto, en su arrogancia, respondió: «¡Yo no necesito de nadie! Estas nueces son para mí, y no pienso compartirlas».
Entonces, los amigos del bosque se unieron a Maxi. Juntos, idearon un plan para enseñar a Alberto sobre la verdadera amistad y generosidad. Escalaron el árbol y empezaron a distribuir las nueces entre todos los animales, dejando solo unas pocas para Alberto.
Al ver cómo todos compartían y se ayudaban mutuamente, Alberto empezó a sentirse solo y arrepentido de su egoísmo. Maxi, como líder del grupo, le tendió una rama con algunas nueces y dijo: «Alberto, todavía estás a tiempo de aprender la lección del Árbol de la Amistad. Comparte con nosotros y verás cómo todos salimos ganando».
Alberto, conmovido por la generosidad de sus amigos y avergonzado de su comportamiento, aceptó las nueces y se disculpó sinceramente. Desde ese día, él también contribuyó al Árbol de la Amistad y aprendió que la verdadera riqueza está en la amistad y la generosidad, no en la acumulación egoísta.
Y así, gracias a Maxi y la sabiduría del Árbol de la Amistad, el bosque vivió en armonía y cada animal prosperó bajo el espíritu de compartir y cuidar unos de otros.