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Por Gustavo Thompson
En un país donde la historia electoral ha estado, demasiadas veces, atravesada por la virulencia, el agravio y las operaciones de desgaste, Villa Mercedes, San Luis, emerge como un faro de madurez democrática y evolución cultural. Lo que antes se imponía como una lógica inevitable —campañas despiadadas, discursos cargados de odio, denuncias cruzadas, fake news y golpes bajos— hoy comienza a desvanecerse, dando paso a una nueva forma de hacer política, mucho más cercana a la ciudadanía, más honesta y más humana.
Durante décadas, las campañas electorales se parecían más a un campo de batalla que a una celebración democrática. En el estilo setentista del todo vale, se empujaba a la sociedad a convivir con una toxicidad constante: sospechas de corrupción, espionaje, traiciones, violencia simbólica y física. El votante no elegía; sobrevivía al proceso. Pero los tiempos cambian. Y las nuevas generaciones ya no toleran ese modo de vincularse con la política.
En Villa Mercedes, esta transformación tiene nombre propio: Maximiliano Frontera, un líder que, sin estridencias pero con firmeza, ha consolidado una forma de liderazgo basada en el respeto, la gestión y la cercanía. Frontera no solo gestiona con hechos, sino que transmite con gestos. Y en esta nueva etapa, los gestos valen tanto como los discursos.
La política sin gritos
Lo que se respira hoy en Villa Mercedes no es ingenuidad, ni distracción, ni falta de competitividad. Es otra cosa: es conciencia plena de que la sociedad cambió, y con ella, también debe cambiar la política. Las campañas ya no pueden ser una zona liberada para la descalificación. El electorado demanda propuestas, escucha con atención y elige con libertad. Y esa libertad sólo se expresa plenamente cuando no hay miedo, ni odio, ni violencia.
La campaña que se avecina en Villa Mercedes —y que ya da sus primeros pasos— es un ejemplo para toda la provincia y para el país. Se vislumbra una contienda en paz, sin agresiones, sin ataques personales, sin la cloaca digital como protagonista, sino con la política de los proyectos, de los equipos, de los valores.
El fin del poder con látigo
Mientras tanto, algunos personajes del pasado —esos que se resisten a soltar sus viejas recetas— todavía intentan arrastrar a la sociedad hacia ese lodazal en el que se sintieron cómodos durante décadas. Utilizan las mismas herramientas de siempre: el rumor, el apriete, la soberbia, la imposición. Pero algo se les escapa: ya no conmueven, ya no convencen, ya no representan.
La Villa Mercedes de hoy mira hacia adelante. Mira a sus barrios, a sus plazas, a sus trabajadores y estudiantes. Mira al futuro con la tranquilidad de saber que hay otra manera de construir poder: la del servicio, no la del sometimiento.
La generación del respeto
Lo que se está gestando en esta ciudad no es un simple cambio de nombres. Es un cambio de paradigma. Es el inicio de una generación política que no se forma en el resentimiento ni en la venganza, sino en la gestión pública como herramienta transformadora. Frontera y su equipo no vienen a refundar la historia, sino a demostrar que se puede gobernar sin traicionar, se puede ganar sin odiar, se puede proponer sin destruir al otro.
Y en este nuevo clima electoral, cada vecino y vecina de Villa Mercedes no solo votará un candidato, sino que será parte de un nuevo contrato emocional con la política. Uno que deja atrás las campañas del grito y abraza, con madurez, la campaña del alma.