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La posibilidad de que el senador Castro Luna sea reelegido, como resultado de un presunto acuerdo electoral, único o coyuntural, entre Claudio Poggi y Maximiliano Frontera, genera cuestionamientos tanto dentro como fuera del ámbito político. Este escenario revive prácticas que parecen perpetuar el modelo instaurado por «Gato» Fernández, dejando un sabor amargo en quienes consideran que el verdadero significado de la militancia y la meritocracia se diluye cuando se ignora el sistema natural de premios y castigos. Un sistema que debería ser la base para formar dirigentes territoriales auténticos y comprometidos. No es casual que Castro Luna se muestre cerca de Frontera en los últimos actos y genere noticias como la de Justo Daract (Alfredo Dominguez) para posicionarse.
A Gato Fernandez se lo eligió como candidato para que perdiera, quedó claramente demostrado, hizo una campaña extraordinaria e inesperada y días antes de las elecciones, desde el mismo sector que representaba, lo escracharon con un recibo de sueldo ostentoso por no decir ñoqui. La pregunta es. ¿lo ponen a Castro Luna de nuevo para restarle votos a Frontera?.
A pesar de los tiempos cambiantes, la influencia de la escuela política de los Rodríguez Saá parece seguir intacta. Esto provoca que, en lugar de reconocer y valorar a quienes encarnan una genuina vocación de servicio público, se privilegie a figuras que emergen sin trayectoria, legitimadas únicamente por vínculos personales o familiares: parejas, amantes, o parientes de referentes políticos. La posibilidad de que Castro Luna sea reelegido constituye, para muchos, una afrenta a los principios del liderazgo político. Su irrupción en la escena política, hace apenas cuatro años, se dio por su relación con Valeria Lange y no por méritos propios, lo que deja en un limbo a militantes y dirigentes que han dedicado años de esfuerzo y dedicación para alcanzar ese tipo de responsabilidades.
La pregunta que persiste es: ¿qué méritos o aportes significativos ha hecho Castro Luna para garantizar su reelección? Su capacidad para traccionar votos y fortalecer listas electorales resulta, en el mejor de los casos, cuestionable. Más aún, se plantea si su candidatura es realmente un apoyo estratégico para Frontera o, por el contrario, un lastre político. Este contexto lleva inevitablemente a comparaciones con el caso de «Gato» Fernández y a preguntarse quiénes se beneficiarían de esta jugada electoral. ¿Se busca consolidar un liderazgo o, simplemente, gestionar votos bajo una lógica especulativa con un horizonte que solo un par de pícaros saben?.
No debemos olvidar lo que hizo Alberto con los jóvenes, los cepilló a todos, no logró una sola y nueva figura que sea contundente electoralmente, su ego, absolutismo e impunidad solo lo lleva a pretender demostrar que si no es él, no es nadie. ¿Están poniendo candidatos para beneficiar al Alberto?.
En la esencia de un sistema electoral saludable, los candidatos deben garantizar no solo victorias electorales, sino también un liderazgo legítimo y renovador. Deben estar los mejores. Sin embargo, la posible reelección de Castro Luna genera escepticismo. Al analizar las trayectorias de hombres y mujeres con mérito comprobado, cuya ausencia en estas listas resultan llamativa, surgen dudas sobre los criterios reales detrás de estas decisiones.
Este fenómeno, evidente en San Luis Capital, parece extenderse a Villa Mercedes. La interrogante sobre qué representa realmente Castro Luna cobra fuerza. Más allá de ser considerado una buena persona, su recorrido político carece de raíces, historia o logros significativos. ¿Qué legado aporta más allá de su relación con Valeria Lange?.
En este contexto, se refleja una constante: el dominio político de los hermanos Rodríguez Saá, quienes, incluso en sus aparentes retiros, parecen perpetuar un modelo basado en acuerdos opacos y dependencias cruzadas. La falta de un horizonte electoral renovador y esperanzador alimenta la percepción de continuidad de estas prácticas, donde el peso de los «carpetazos» y las concesiones políticas sigue marcando el rumbo.
Reelegir a Castro Luna, lejos de fortalecer la democracia, debilita los principios fundamentales de respeto a la trayectoria, el mérito y el compromiso con el bien común. Este tipo de decisiones no solo comprometen la confianza ciudadana en la política, sino que refuerzan la percepción de un sistema anquilosado, incapaz de ofrecer alternativas reales a las nuevas generaciones.
Lo más doloroso es que pretenden coartar un tiempo valioso a nuevas generaciones que, nosotros, los que ya peinamos canas conocemos, en política, para los mal intencionados, es vital hacer perder tiempo y envejecer a los perfiles nuevos, profesionales del desgaste, los tiempos políticos son vitales, en un par de años se envejece, nadie se da cuenta y queda fuera de circulación, esto es precisamente lo que están haciendo con algunos jóvenes.